La ilusión óptica nos ha llevado a explorar la percepción en todos sus sentidos ya que se da a partir de fenómenos adaptativos. Lo que nuestro órgano visual es capaz de capturar, se convierte después en información que nuestros sistemas procesan para generar todo tipo de sensaciones y experiencias físico-mentales. Es asombroso ver cómo el mismo hombre es capaz de combinar patrones con efectos de velocidad, color, movimiento o luz y desarrollar ante nuestros ojos estímulos que parecen casi surreales. Nuestra mente es engañada por la fusión de estos elementos y aunque a primera vista parece sencillo, esto verdaderamente obedece a una compleja red que se lleva a cabo dentro de nuestro cerebro.
La complejidad de esta red ya ha sido estudiada y dominada por el hombre, tanto así que él mismo es capaz de generar dichos “engaños visuales”. El hombre es entonces capaz de llegar hasta donde su imaginación y su creatividad se lo permitan porque esta red mental es un recurso ilimitado y ningún cerebro puede inventar la forma en que se van a organizar ni estructurar los elementos capturados. ¿Qué sucedería entonces si lo logrado a partir de las ilusiones ópticas se aplicara al desarrollo de proyectos arquitectónicos o de diseño? Aunque incierto, el panorama es amplio y prometedor si sólo nos arriesgamos a intentarlo.